“No eran, sin embargo, más que los lógicos terrores nocturnos, los propios de cuando uno regresa de noche a su casa a través de las sombras; no eran, pues, otra cosa que los fantasmas de la mente; aunque estaba seguro de avistar espectros, incluso al mismísimo Satán en cualquiera de sus formas. Siempre la luz del día ponía fin a sus demoníacos terrores...”
(Washington Irving, La leyenda de Sleepy Hollow)
(Washington Irving, La leyenda de Sleepy Hollow)